¿Qué es una ceremonia de Yagé?
La primera vez que escuché sobre la ceremonia de ayahuasca, fue como si una puerta se abriera en mi conciencia. No se trataba solo de un ritual con una planta, sino de una medicina espiritual milenaria que muchas personas describen como un antes y un después en su vida.
La ayahuasca, también conocida como yagé en Colombia, es una bebida ancestral utilizada durante siglos por pueblos indígenas de la Amazonía. Esta mezcla de plantas sagradas no solo tiene un efecto profundo a nivel físico y emocional, sino que también se convierte en una guía espiritual que ayuda a desbloquear memorias, traumas y aprendizajes que llevamos dentro.

Hoy, personas de todo el mundo viajan a la selva en busca de esta experiencia. Desde profesionales estresados hasta buscadores espirituales o personas en procesos de sanación emocional. ¿Por qué tanta gente la busca? Porque la ayahuasca no es una moda, es una maestra vegetal que te muestra exactamente lo que necesitas ver, aunque no siempre lo que quieres.
🌿 Medicina ancestral en el corazón del Putumayo

Si existe un lugar en Colombia que vibra con fuerza espiritual, es el Putumayo. Tierra de chamanes, selva espesa, cascadas vivas y comunidades que aún conservan el respeto por lo sagrado. Aquí, el yagé no es una experiencia turística: es parte de la vida, de la tradición, del linaje.
Elegí hacer mi ceremonia en el Putumayo porque quería vivir la medicina en su contexto real, no en un evento occidentalizado. Llegué un lunes, sin experiencia previa, y desde el primer momento me sentí recibida con respeto, cuidado y amor. Todo estaba dispuesto: los guías, los cuidadores, la comida, la selva.
La posada donde me hospedé fue la Posada de Dantayaco, un lugar cálido que funcionó como base de descanso y conexión. Desde allí partíamos a las ceremonias, a las caminatas, a sumergirnos en la selva viva.
Este entorno lo cambia todo. No es lo mismo tomar ayahuasca en una ciudad que hacerlo aquí, donde cada hoja, cada río, cada sonido nocturno te recuerda que formas parte de algo más grande. La medicina se potencia en este territorio. Y la conexión con los abuelos y sabedores que guían la ceremonia te ancla en una experiencia verdaderamente sagrada.
🌌 ¿Cómo es vivir una ceremonia de Ayahuasca? (Mi experiencia en 3 noches)
Nada en el mundo te prepara del todo para una ceremonia de ayahuasca. Puedes leer, preguntar, investigar, pero al final, lo que ocurre en ese círculo es algo íntimo, profundo y único. Yo llegué un lunes, con muchas expectativas y también algo de miedo. No sabía exactamente qué iba a pasar, pero algo en mi interior me decía que estaba en el lugar correcto.
Desde el primer momento sentí el abrazo del espacio y de las personas. No necesitas tener experiencia previa; necesitas tener apertura. Y eso lo encontré en los guías, en los cuidadores y en los otros participantes. Éramos un grupo pequeño, lo cual hizo que cada interacción fuera personal, cercana.

El entorno, en medio de la selva, fue mi primer maestro: el verde profundo, los cantos de los pájaros, el río al fondo. Todo tenía un ritmo propio. Rápidamente me di cuenta de que esto no era una ceremonia cualquiera, era un llamado a recordar quién eres.
Durante la primera toma, después de recibir la medicina, vino el silencio. Un silencio real, sin necesidad de forzarlo. Y en ese silencio, empezó a surgir la claridad. Imágenes, pensamientos, emociones que había guardado por años. Pero no fue una tormenta. Fue como si la madre selva misma me dijera: “Está bien, ya puedes soltar.”
Lloré, sí. Pero también sentí una paz que no conocía. Un vacío limpio, donde no hacía falta hacer nada. Solo estar. Y en medio de todo eso, el entendimiento. Vi cosas de mi vida con una lucidez impresionante. Como si alguien me quitara un velo de los ojos y por fin pudiera ver.
Sentí que me liberaba, no solo de culpas o de miedos, sino también de la necesidad constante de buscar. Porque la respuesta ya estaba ahí: dentro de mí.
📅 Día a día: así transcurre un retiro de yagé
🌀 Día 1: Llegada, encuentro, preparación
Llegamos un lunes por la mañana. Todo comenzó con una introducción donde los guías explicaron el sentido del retiro: no venimos a buscar visiones ni experiencias “fuertes”, venimos a conectarnos con nosotros mismos. Después del almuerzo, tuvimos tiempo de descanso, seguido por un compartir con rapé y mambe, plantas que ayudan a abrir el corazón y despejar la mente.
Esa noche, tras la cena, fuimos a dormir temprano. El cuerpo ya empezaba a sentir la energía del lugar. La mente aún resistía.
🍃 Día 2: Caminata, medicina, purificación
Después del desayuno, hicimos una caminata en la selva. Ese paseo fue un despertar. Estar rodeada de vida, de verde, de tierra mojada, fue como si mis sentidos volvieran a afinarse.
Por la tarde, nos preparamos para la toma de yagé. Fue un momento sagrado: cada uno recibió la medicina con respeto, en silencio. Y así comenzó la noche.
La ceremonia incluyó una curación con ortiga fresca, una medicina intensa pero purificadora. Luego, el fuego, los cantos, el tambor. Pero más allá de todo eso, hubo silencio. Un silencio tan profundo que podías escuchar tu alma. En medio de la oscuridad, entendí cosas que había postergado por años. No fue necesario hablar. La medicina hablaba en su propio lenguaje.
Esa noche encontré algo que no sabía que necesitaba: la paz. Una paz tan real, tan tangible, que todavía la llevo conmigo.
✨ Día 3: Regreso, integración, celebración de la vida
A la mañana siguiente, desayunamos en silencio. El ambiente era distinto. Como si todos lleváramos un brillo nuevo en los ojos. Por la tarde visitamos las cascadas, un mariposario, y un jardín botánico. La naturaleza fue como una caricia, un cierre amoroso del proceso.
La cena fue la última oportunidad de compartir, de mirar a los otros y reconocer que algo profundo había cambiado en cada uno.
🌿 Las plantas maestras que acompañan el proceso: yagé, rapé, ortiga y mambe
Una ceremonia de ayahuasca no gira solo en torno a una planta. En realidad, es una alianza viva entre varias medicinas que se potencian entre sí, cada una con un rol único, preciso y sagrado.
🌱 Yagé: la maestra guía
El yagé es la medicina central. Una mezcla de la liana Banisteriopsis caapi y hojas de chacruna, cocinada durante horas con cantos y rezos. Desde que la recibes en el vaso, ya empieza la conexión. Su olor es fuerte, terroso, profundo, como si contuviera siglos de sabiduría vegetal.
Al beberla, un sabor amargo e intenso invade la boca, pero no es desagradable: es un despertar del cuerpo, un recordatorio de que estás por cruzar un umbral. Y luego… el viaje comienza.
Las visiones no siempre llegan como se espera. A veces son colores líquidos, geometrías sutiles, presencias que se sienten más que se ven. Pero hay algo común: una claridad visual interior, como si alguien te limpiara los ojos del alma.
🍃 Rapé: el centramiento
Antes de cada ceremonia, compartimos rapé: un polvo sagrado de tabaco, cenizas y plantas secas soplado con un tubo directo a las fosas nasales. El primer impacto es intenso: un ardor que sube al entrecejo, que limpia y que sacude.
Pero justo después, llega la calma. El cuerpo se centra, la mente se silencia. Los sonidos de la selva se hacen más claros: grillos, ramas, el canto lejano de un ave nocturna. Todo parece colocarse en su sitio.
🌿 Ortiga: la purificación
La ortiga, con su contacto directo sobre la piel, se siente como miles de agujas diminutas. No es dolor, es vida. Despierta cada poro, enciende la sangre. Es una medicina de purificación, de volver al cuerpo, de sentirlo por completo. El olor fresco de sus hojas, la sensación eléctrica en los brazos, todo se vuelve presencia total.
🍃 Mambe: la palabra viva
El mambe, polvo de hoja de coca y ceniza, se consume lentamente en la boca, estimulando la conversación, el compartir. Su sabor es verde, seco y ligeramente amargo. Mientras lo masticas, sientes cómo el cuerpo se activa con suavidad. La noche fluye. Las palabras salen con más verdad. Las risas también.
Estas plantas no son solo herramientas, son maestras vivas. Cada una abre una puerta distinta dentro de ti. Y cuando las recibes con respeto, con gratitud, algo dentro se reordena. Los sentidos se afinan. Todo se vuelve más claro: los sonidos, los aromas, los colores de la noche. Incluso tus pensamientos se escuchan con más nitidez.
🌬️ Lo que cambia después de la ceremonia: integración y transformación personal
Una ceremonia de yagé no termina cuando se apaga el fuego o cuando amanece. La medicina sigue actuando días, semanas después. Pero hay un momento que muchos sentimos: un quiebre silencioso, donde algo dentro hace clic… y el mundo cambia.
Al despertar después de la segunda noche, sentí el cuerpo liviano. Como si hubiera dejado atrás mochilas invisibles. Todo era más claro, más simple. Salí de la posada caminando despacio, los pies descalzos tocando la tierra húmeda. Respiré. Y en esa respiración, todo era paz.
El aire olía a hojas recién lavadas por el rocío. El sol atravesaba la bruma con una dulzura inmensa. Los sonidos de la selva eran como una sinfonía de bienvenida: pájaros, insectos, gotas que caían de alguna rama. Y lo más impactante: el silencio interior. Por primera vez en mucho tiempo, mi mente no estaba corriendo. Estaba en silencio. Y ese silencio era tan profundo que me llenó de lágrimas.
No eran visiones, no era emoción explosiva. Era paz. Paz real. Paz tangible. Como si por fin recordara que todo estaba bien, que siempre lo estuvo. El corazón se sentía tranquilo. El cuerpo, libre. Y lo más hermoso fue que esa claridad no vino con esfuerzo. Fue como si la medicina dijera: “Ya no tienes que cargar más con esto.”
Recuerdo que mientras caminábamos hacia las cascadas ese último día, los colores del bosque eran más intensos. Las hojas brillaban. Las mariposas parecían detenerse más tiempo cerca. Cada paso era como una oración silenciosa. Estaba presente. Estaba viva. Estaba en paz.
Y desde entonces, esa paz me acompaña. Vuelvo a ella cada vez que lo necesito. No como un recuerdo, sino como un lugar real dentro de mí. La medicina abrió esa puerta. Y ya no se cerró.
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